Los mantras pueden emplearse solos o como parte
de una práctica de visualización. En una visualización
típica se da una comunicación que va de la "deidad" al practicante
(como bendiciones, como rayos de luz o, incluso, como palabras) y también
hay una comunicación desde el meditador hacia la deidad, en forma
de mantra. También se pueden usar los mantras como "protectores
de la mente" mientras uno camina, lava los platos y hasta cuando se está
sentado meditando. Con frecuencia, los budistas cuentan los mantras que
cantan pasando las cuentas de una "mala". El acto físico de contar
girando una mala ayuda a la mente a mantenerse enfocada. Normalmente, una
mala tiene 108 cuentas. Este número tenía un significado
místico en la antigua India. Puede traerse la mala colgada en el
cuello, de modo que se tenga a la mano cuando sea necesario. También
hay malas que tienen 21 cuentas y se utilizan como pulseras, aunque no
es esencial usar una mala.
Si se quieren usar mantras en una meditación
formal, ya sea que se canten en voz alta o de manera interna, primero es
importante ponerse cómodo, con una postura erguida. Durante algunos
minutos, hay que observar la respiración y dejar que la mente se
asiente. Quizá dejar que la respiración sea más lenta,
llevándola hasta el abdomen y haciéndola más profunda.
Esto ayudará a aquietar la mente, aunque no es necesario tener la
mente absolutamente serena antes de comenzar a decir el mantra.
Si se dice el mantra en voz alta, hay que dejar
que resuene en el pecho. Puede servir inhalar profundamente, llevando el
aire al vientre, antes de pronunciar cada mantra. Por lo general, un mantra
sonará mejor si se emite en una sola exhalación. Si eso resulta
difícil, no hay que preocuparse. Se debe dejar que dure la última
nota de cada mantra antes de comenzar el siguiente. Poco a poco los mantras
entrarán en un ritmo natural con la respiración de cada uno.
Hay que asegurarse que el mantra vaya con la respiración y no al
revés.
Si surge alguna preocupación en cuanto
a estar trabajando adecuadamente con el mantra, hay que dejar que esa inquietud
se disipe. Poco importa si la pronunciación no es la correcta, lo
que cuenta es el espíritu.
Para terminar, lo ideal es permitir que el canto
vaya bajando de volumen poco a poco, hasta que deje de ser un sonido externo
y sólo lo escuchemos en nuestro interior. Luego dejar que ese sonido
interno se vaya volviendo silencio. Al concluir la práctica, permanecer
sentados en la resonancia de ese silencio, dejando que la vibrante quietud
tenga un efecto refrescante en nuestra mente y en nuestras emociones.
Fuente. www.yogakai.com
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